Arcoiris lunar
Aleteo de dos cuervos,
un parpadeo sideral de la noche.
Mi ángel me resguardó en sus
palmas tibias y dulces.
A mí, diente de león,
superviviente de vendavales silentes,
quebradiza y lacerada.
Entonces me contempló:
una pareja de colibríes esmeralda
orbitaba sobre el abismo
dorado de sus pupilas,
Pupilas de cuervo.
Y fue el fulgor de la tormenta
quien desplegó mis alas hacia ti.
En medio del crepúsculo moribundo,
descubrí un arcoíris de luna
oculto entre tus plumas nocturnales.
Un arcoíris de penumbra,
un arcoíris de luna,
la última luz de la poesía.
Tu noche también.
Nuestra complicidad luminiscente.
¡Qué hermosura — oh, extraña e inasible hermosura!
Creí oír una nota perdida de Orfeo,
el susurro etéreo del temor,
un espejismo engendrado por mi angustia palpitante.
Las aves de mal agüero,
como yo,
también albergamos un sueño de paz.
No lo supe…
hasta que te vi.
Y allí estabas tú:
el arcoíris que sólo emerge
tras el sosiego de una pesadilla,
de la respiración fresca de una noche tras la guerra,
vistiéndose de colores su sombra.
Eras tú.
Eras tú,
observándome a mí,
¡a mí!
Autora: Bello Cuervo
Para C
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