El aleteo del Hades

 Por aquellos nubarrones de tus ojos

ni siquiera fuiste capaz de vislumbrar

el último beso color cuervo,

¡perfecto imbécil! ¡Perfecto ególatra!

 

Acaricié con el rosario tu cuello,

y cada perla era una lágrima seca

de sentimientos muertos.


¿Cuándo te marcharás?

¡Los vivos también han ido al Hades!

 

Cada plegaria al ritmo,

perfecto y semejante a Dios,

del pulso de tu corazón.

 

Alguna vez tomaste mi mano

junto a un ciprés,

escribiste tu inicial en la entrepierna

de la novia del cuervo,

cuatro años de luto se despejaron

tras lluvias de medianoche,

mas un cuervo no nace desde

cenizas de un fénix…

 

¡Castigo de gloria!

El remolino violento

de la mano de Dios

rompe en olas tus ojos compasivos,

suyo espíritu de Bioy Casares,

amante del cuervo,

mi amante,

 

para revelarte ruin y cruel,

cual Paz adorado por lirios podridos,

rey Midas del invierno,

asesino del cuervo,

mi asesino,

escupiste a mis poemas

y abandonaste mi mirada

mas debía cuidarme,

¿por qué si me pisabas

con tu zapato jamás querías soltarme?

 

Cada segundo hacia mi muerte

era un día de resurrección,

tus nubarrones tornáronse negros.

 

Se prolongaron los rosarios

mientras recibía tus interrumpidas conversaciones

por tu desdén y envidia.  

 

Mis amigos deberían salir de los tribunales,

tiran la primera piedra como si jamás hubieran

muerto cual pecadores en laberintos de mar rojo,  

como si nunca hubieran llevado rosarios a sus vivos

mientras permanecen crucificados.

 

¡Testimonios crueles e ignorantes!

Me prohíben el perdón mas si hubieran conocido

tus ojos compasivos y los hilos de tus mentiras,

también habrían sido tus prisioneros hipnotizados.

 

¡Belleza es rostro de maldad!

Tuyo epitafio que tallé con tu respiración,

te besé la última vez para llevarte al sepulcro,

aún con fuerza en tus miembros,

la novia del cuervo de ti se liberó,

¡cruel Paz, egoísta Paz!

 

Y sin percatarte por tu ego,

Y dediqué los rosarios para el vivo,

y su adiós por fin aleteó hacia el Hades,

y yo me había despojado el color del cuervo,

y tenía otra vida sin vivos ni muertos




autora: Bello Cuervo

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