Carta para un caballero llamado S...

 ¿Cuál será el mejor inicio para escribir esta carta de despedida? ¿Los días de secundaria cuando no eras más que un amigo lejano sin importancia para mí? Desearía ser esa que fui ayer, lo deseo con todas las fuerzas que me quedan en este polvo de huesos…

¿O hace dos años cuando vi mariposas lilas con tu inicial revoloteando por mi habitación?

Prefiero el segundo inicio, lo cual, es terrible indicador para mi salud. Aún guardo un separador con tu nombre en mi libro Testimonios sobre Mariana de mi preciada Elena Garro.

Hace dos años maté a aquellas mariposas porque regresaste a los brazos de tu viejo amor ¿la recuerdas verdad? Apostaría que sí, no soportas el silencio a un lado de tu cama y aseguraría que es la razón de varias de tus decisiones.  Recuerdo cada una de tus palabras, contradicciones, mentiras y omisiones. Por otra parte, llevo la cuenta de mis permisivas.

Cuando te liberaste de aquel viejo amor vi un pequeño destello que se convirtió en sol, ¿todavía piensas que me enamoré de ti por el sexo? Sí, es cierto que ningún otro hombre ha incendiado mis sábanas con ese fuego lavanda, suave, lento, erótico.  Lo admito, extraño tu cuerpo, creo que en unión al mío ocultaban algo legendario, en tus labios bajando por mi cuello a mis senos; tan legendario como los puentes colgantes de Babilonia o la torre de Babel, algo cuya existencia no tienes la plena certeza. Aunque no lo creas me enamoré de ti antes de tocarte, antes de que declararas excitado que amabas estar dentro de mí; fue específicamente en esa lluvia de medianoche cuando dijiste que estarías para mí y mi alma no tenía que ser traducida ni siquiera por ti, ¡jodase quien no la comprendiera!

Esa medianoche percibí tus rasgos de forma diferente, me parecías un caballero noble que no recordaba haber sido rey de un país de maravillas, ultrajado por su reina ladrona. Así me parecías entonces.

Tu lenguaje de lirios lo aprendió bien mi alma. Siempre tan sereno como el mar, disparabas esos lirios a mis tanques de guerra y declarabas la paz. Pero eres igual de traicionero que el mar, me tatué una serpiente entre tus lirios en mi cadera.

Te ame en ese vaivén de tus ojos compasivos y el baile de nuestro fuego lavanda. Comenzaste los planos de palacios e iglesias de mi ciudad poética de cuervos, el reino de nuestros sueños. Pronto los destruirías y volverías a construir, una y otra vez.

El 5 de agosto comprendí un poco la razón, la sombra de esa niña marchitó los versos que te escribía, de alguna forma siempre presente, ¡a mis veintisiete sintiéndome vieja frente al espejo contra sus diecinueve! ¡Ocho años menor que nosotros! ¿No escupiste que no querías volver a liarte con menores que tú? Te gusta ser el titiritero y no el títere, es fácil encantar las niñitas con tu teatrito.

Reconozco mi error de nunca preguntar, soy cobarde para las peleas que llevan inminentemente a cenizas de un hogar, me aterra el frío; añadido a eso, el llevar puestas máscaras de amigos me quitaba derecho de réplica. Tú tienes una increíble capacidad de convertir tormentas en paraísos, ocultar problemas y fingir que todo marcha bien, disfruté como ardía eso, entonces fingí como tú. ¡Yo deseaba tanto un hijo tuyo!

¿Por qué si le contaste mis secretos a ella no fuiste capaz de contarle los pecados que compartiste conmigo? He volado como cuervo a través de su cielo despejado, ¡si supiera que yo he estado al mismo tiempo que ella!  Testigo de lo nuestro con ojos vendados, tan ilusa te cree igual que yo. Dile que me he recostado en tu espalda desnuda y que alguna vez, inconscientemente, me llamaste amor. ¿Acaso no te prohibió hablarme?  De todos modos, regresabas a mí hasta que te aburriste. Tratamos el último mes de resucitarnos, parecía que respetarías nuestros acuerdos, pero, como a los palacios los destruiste también.

Te lo advertí, yo le saco sangre a las piedras y descubro las mentiras de los buenos hombres. Para mi fortuna no fuiste la excepción. Mi amor por ti se rasgó como el de legendarios amantes, lo vivieron Elena Garro y Bioy Casares, la causa: un gato y sus fotografías. En el fondo se delataba la mentira al preguntarte si formarías un hogar con esa niña, respondías que vivías solo y ahí estaban, las camisas que estuvieron bajo mi cama

¿Por qué si soy fugitiva ahora no? ¿Sigo en negación? ¿Es qué quiero saber la razón de tus estrategias? ¿Quiero tener el poder de los hilos del titiritero? ¿Es acaso que quiero mostrarte las pruebas que tengo para sacrificarte en el altar a los dioses y que aún así no lo haré? ¿No lo haré? ¿Por qué no? ¿Por qué te amo? ¿Te amo?

Lamentablemente no eres el único villano en esta historia. Lamentablemente tardaré en volver amar como Ponine a Marius, como yo a ti. Lamentablemente tampoco te amo ya. Lamentablemente no volveré a desear un hijo de alguien más.

 

Tu amiga que te amaba, Bello Cuervo.

 

Autora: Krizia Fabiola Tovar Hernández

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