La vida no vuelve a ser la misma
Las
despedidas tienen diferentes formas, tamaños y colores, son una constante de la
vida, aunque uno anhela huir de ellas termina devorado como la cebra por el
leopardo.
Están
aquellas que no tienen alguna lógica y tal vez no debieron ser escritas, otras
que son necesarias e incluso traen paz a tu almohada, pero, existen en
particular las que te roban un pedazo del cielo y nada parece tener sentido.
Mucho de ello se debe a una persona, esa persona que
sale del mar de cabezas como refiere Poe en su cuento El hombre de la
multitud, transeúntes cuyo compás monótono y enajenado llena la atmosfera
de melancolía. En nuestro andar podemos sentirnos así, ahogados en una multitud
cubierta por la lluvia, el aroma de la contaminación, el fastidio de la calle
al entrar en casa luego de un día pesado en la escuela.
Estamos de acuerdo en que las personas vienen y van
tal como las representadas en este cuento. En estos tiempos parece fácil
desprenderse de cualquier vínculo emocional, la gente prefiere lo efímero en
lugar de luchar, preferimos construir una coraza donde nadie pueda entrar
porque tenemos miedo de entregarnos completos y regresar sin una morona, nos da
miedo confiar y que nos abandonen después, el amor se volvió una idea de
debilidad justificada por dependencia, nos preparamos para decir adiós todo el
tiempo y es que la verdad… ¿a quién le gusta sufrir?
Resulta difícil encontrar personas que verdaderamente
rompan con tu monotonía acarreada incluso durante años, pero cuando tocan al
timbre de tu casa después de ese día lluvioso, puede parecer un sueño ya que
así como llegaron se van, parecido a un parpadeo, suspiro o una lágrima. Hay un antes y después, tu vida es una, con
su sistema de creencias muy enraizado, te rodean cierta clase de amigos, tu
familia puede decir quién eres a pesar de estar perdido en un laberinto sin
saber que quieres para los futuros años.
Un día en la universidad, durante mi clase de
literatura comparada, la maestra nos pidió como trabajo final analizar dos
poemas con un tema en común, en mi caso la elección fue la pérdida, una de tipo
amorosa y otra sobre muerte. Los poemas elegidos fueron La distraída de
Pedro Salinas y Al que se va de Miguel Hernández. El primer poema
provocó en mí una especie de consuelo que necesitaba en esos momentos.
Para finalizar mi presentación enfrente del grupo la
maestra me preguntó cuál pérdida yo creía más catastrófica, dadas mis
circunstancias de los últimos meses abogué por la ruptura amorosa. Mi abuela
siempre ha dicho que los problemas no son tan chicos como parecen, mucho tiene
que ver la edad o la circunstancia, no digo que una ruptura amorosa sea menos o
más desgarradora, existen algunas donde se llevan un pedazo de ti y depende el
significado que tiene la persona, pero, a esa hora no tenía idea de lo que
vendría después. También se trata, quizá, de la respuesta de alguien que carece
de experiencia en el transcurso del viaje.
No es una cuestión de nunca haber experimentado la
pérdida de la muerte en mi vida, mi bisabuela murió hace seis años, dicho
suceso significó mi mundo hecho cristal, pues me di cuenta que mi familia no
estaría para siempre, y tal vez me quedaría sola, fue la navidad más triste.
Las despididas traen consigo un método de medición del
dolor. La muerte es precisamente esa despedida que te atrapa como el leopardo,
algunas veces sin previo aviso. Entonces la regla pierde toda capacidad para
medir; los centímetros y los metros son una mala broma, de repente frente a ti
está parado un dolor tan grande como Cronos preparándose para devorarte. Es la
primera vez que las palabras, metáforas o cualquier cosa expulsada de los
labios pierde su utilidad, quedan totalmente obsoletas. Otro aspecto
aparentemente sin sentido es la fe, ella nace o resucita de repente dentro de
nosotros para creer que ese ser amado aún sigue por ahí, sin la necesidad de
estar solamente en los recuerdos como la gente suele decir en estos casos. Para
ti, es bueno imaginarlo como una nebulosa independiente de tus recuerdos a
quien quisieras de visita recurrente, ahí la religión, fe o lo que sea recobra
utilidad en comparación a las palabras.
Durante el verano del año anterior perdí a mi mejor
amigo cuando la muerte tocó a su puerta, ni siquiera pude articular cada una de
las letras compositoras de la palabra “adiós”, de una hora a otra ya estaba
allí en un funeral llorando como un bebé, dándome cuenta que los amigos también
se van, se mueren y una vez más pensando que la vida es como una pequeña hoja
al fuego.
Después de esos momentos donde las cosas son
intangibles, me vi releyendo el poema de Miguel Hernández. A pesar de ser una
poesía muy penetrante no pudo conmoverme, aunque Hernández es uno de los
grandes y me gusta mucho; no obstante, pasando las fronteras del tiempo y tras
aquel suceso, quise probar de nuevo el poema presentado en mi clase, si era
verdad aquello dicho por la maestra: la muerte es la peor pérdida. Releí el
poema y ni siquiera con el plomo del dolor nadando en mis pulmones, los versos
pudieron llegar hasta mi corazón para curarlo.
Es difícil explicar el significado que un amigo tiene
en la vida de cada individuo, algunos serán ajenos a tu dolor, otros serán los
compañeros que necesitas, incluso aquellos que ni por tu mente cruzaban.
Después de casi cuatro años en los que nadaba a través
de ese mar de personas con su ritmo monótono, mi amigo llegó y encontré a un
poeta.
Los poetas por su esencia viva, intensa, sensible,
valiente y dramática fue lo que me despertó. Encontré a una persona cuya forma
de correr por la calle, con su chamarra negra, cabello color chocolate,
pestañas largas y piel como la nieve me hizo darme cuenta que los días en una
esquina de la preparatoria leyendo un libro en completa soledad se habían difuminado
en el pasado, finalmente alguien me invitaba a jugar con él. Como olvidar el
primer día de clases cuando lo vi con un traje formal, “¿Quién llega de esa
forma a la escuela?”, pensé; alguien que cambiaría a cada persona allí,
incluyéndome, pintaría de colores la atmosfera gris, se marcharía cual brisa de
mar y nos rompería el corazón a todos a sus amigos, para un año después, en
noviembre, montaríamos un altar de muertos en su honor.
Es curioso como desde que era niña en mi casa daban
por sentado que sería la encargada de armar el altar de muertos, a lo largo de
mi infancia estaban dedicados a familiares a quienes no conocí, hasta los
diecisiete años cuando mi bisabuela murió; sin embargo, a los años que
siguieron de esa muerte, nada hice para el día de muertos hasta hace unos
meses. En mi casa armé el altar de muertos más grande que jamás antes hice, fue
una manera de catarsis, al menos eso creí, cada movimiento, cada objeto con un
significado para él y cada recuerdo fueron hechos con mayor consciencia porqué
tenían una razón. Al ver libros de sus filósofos y escritores favoritos,
videojuegos, algún muñeco de Star Wars o el anuncio del nuevo disco de
Lana del Rey, su cantante favorita; todo ello me dio la sensación de que ese
altar de muertos no era para cualquiera, parecía ser para un niño aunque él
contaba con veintiún años, era para alguien a quien yo abrazaba, con quien reía
y veía en la escuela; era para alguien que formó parte de mi día a día, era
para mi amigo.
Puedo pasar por escribir cada uno de los recuerdos que
albergó de él, aunque no es el caso, hoy puedo evocar cierta despedida: luego
de estar llorando por otras razones, cuando mi amigo me acariciaba el rostro
para limpiar mis lágrimas y remplazarlas por sonrisas, supe al despedirse de
esa manera de mí que todo estaría bien, a la mañana siguiente él estaría aún.
Sin más, un mes después yo estaría acariciando su ataúd y diciéndole “Adiós”,
convirtiéndose en la despedida más lacerante, porque un poeta joven dejaba mi
corazón llorando, y leyendo el poema de El cuervo de un autor, quien
primero no me hacía sentir más que fastidio de analizar en clases los mismos
cuentos, y a partir de aquel adiós sería mi mayor cómplice.
Antes concebía una total exageración el juego de la
mente de crearse espejismos, aquello me parecía una tontería y no algo que
pudiera sentirse en extremo tangible. Hasta el día de hoy, no puedo ver a algún
muchacho con chamarra negra o pelo alborotado y creer que es mi amigo, es un
tipo amnesia extraña, pues seguro a más de uno le ha pasado remitir en un
extraño a un amigo, olvidar por un momento que no está para un segundo más
tarde una voz dentro de tu mente te regresa a la realidad, “Ya se fue, ya dijo
adiós para siempre”.
Semanas antes de su muerte estudiaba el ensayo
literario y sus características en un curso de verano en la escuela, tuve mis
primeros acercamientos al pilar del género: Montaigne, concretamente leía el
ensayo llamado Nuestros afectos nos llevan más allá de nosotros mismos,
donde explica que amar y ser amado es lo que prevalece después de la muerte, de
esa despedida de difícil consuelo, ¿quién serás para aquellas personas
que te conocieron? ¿Dejarás alguna marca en sus vidas? ¿Qué acciones te harán
inmortal? Puedo ver a mi amigo en sus compañeros de clase, en quien fue su
novia, en sus otros amigos quienes organizaron una reunión para recordar entre
videos y fotografías las aventuras compartidas. Percibí como mi amigo había
dejado mucho amor en todas las personas que conoció. La vida no vuelve a ser la
misma, la muerte, esa despedida llevo consigo un cambio radical en mí, tuve que
reconfigurar mi concepto de amistad; castillos de algunos amigos de la infancia
de pronto estaban hechos polvo y entendí que no podía contar con ellos, y tal
vez jamás fue así, debía encontrar siempre una esencia auténtica en las
personas. Muchas leyes de mi sistema de creencias se derrumbaron y otras se
fortificaron; los colores tomaron más intensidad, la vista es más abierta y la
intuición se desarrolla un poco más para saber lo que realmente debe importar,
aunque no quedas exento al seguir cometiendo errores, es el hecho de ver tu
humanidad de manera profunda, desnuda y laberíntica. Ahora, si me permiten
darles un consejo sería que si encuentran a un amigo quien en una tarde durante
el trayecto en carro cantan juntos, aunque sea tan desafinado, aquella poderosa
canción Stand by me de la icónica película de River Phoenix, puede ser
en ese momento en el que han encontrado su lugar, es donde tienen que
estar.
Los días posteriores experimenté una ira desbordante,
nunca antes me he sentido tan enojada con el mundo, fue como si me sintiera
vulnerable y desnuda. Se trata de las fases del duelo, y aún hay noches en las
que lloro y no comprendo por qué las cosas suceden de cierta forma en la vida.
Y aunque el dolor de la despedida es persistente y quisiera quedarme anclada a
mi cama a dormir para anestesiarlo, como me sucedió una temporada, no me
arrepiento de haberle dado todo de mi corazón, no me arrepiento de las tardes y
noches en las que estuve a su lado, no me arrepiento por los secretos o las
risas, peleas o lágrimas, no me arrepiento de nada. Me sentía en los años antes
de conocerlo como una extranjera, sin pertenecer algún grupo de amigos, me
zambullí en ese mar de monotonía en el cual perdí la capacidad de sorpresa. Es verdad, quisiera cambiar las cosas si
pudiera, sin embargo, son de la forma en que sucedieron y tengo que vivir con
este dolor para siempre, no es el hecho de no poder vivir sin algún atisbo de
felicidad, tampoco de olvidar a las personas que nos dicen adiós de esa forma,
simplemente es caminar con ese eco bajo tus pasos. Me siento feliz de haber
formado parte de su vida y él de la mía, me siento feliz, de alguna manera,
salir profundamente herida de esta batalla, ya que la vida después de mi amigo
resulto concebir un poco más de sentido, como si por fin la luz viniera para
curarme de todas mis sombras. Ahora sé
que aún existen personas en contra de las reglas de esta época, donde dan todo
de sí mismos sin algún tipo de retribución, sin miedo y, la entrega de un amor
completo es precisamente lo que da sentido a la vida una vez que ya no sigues
aquí; en contra de las peores despedidas, el amor, como una vez me dijo mi
amigo, es lo único eterno, y aquel es el mayor legado que podemos dejar.
Semblanza: Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en
1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas , Poetómanos, Prosa Nostra mx, revista
enpoli, Teresa
MAGAZINE, revista literaria pluma, revista hispanoamericana de literatura,
revista literaria monolito, Más literatura, clan Kutral, vertedero cultural,
circulo literario de mujeres, perro negro de la calle, el morador del
umbral, La página escrita, La liebre de
fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras. Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas
en el Centro
Universitario de Integración Humanística, actualmente inició
un podcast llamado El cuaderno de Bello Cuervo (su seudónimo) para
hablar de literatura, filosofía, arte, historia y música.
Comentarios
Publicar un comentario