Viaducto
Desde esta piedra
aparente
bello Cristo
crucificado,
Viaducto nos observa,
¿en cuál pétalo del trébol
azul te marchaste?
Laguna de máscaras
de cada uno de tus vahos
y ecos
por malvas y serpientes
adorada,
me tortura los vacíos de
nuestro recuerdo envenenado.
Nosotros,
nosotros en tu viejo
departamento de Viaducto,
la máquina de escribir
con todos los poemas
que te escribí ¿nos
llora?
¿Acaso me equivoqué de
vestido?
¿Te enamoraba el rosa y
no el rojo?
¿Aún se te cruza el
vestido de mi cumpleaños
al evocar el piano roto
lleno de arañas y polvo?
¡A ti que te encantaban
mis vestidos!
Rosa para la niña,
rojo para la mujer,
¿Por eso abandonaste
Viaducto?
Aquella esfera blanca
apenas titiló contra el
huracán,
somos y ya no seremos,
tu prisionera de profundis.
Tu cuerpo aún es mío,
me cubren los senos
tus clavículas de nieve
y anillos de Saturno de
tus gemidos
me besan el cuello derramándose
por mis lujuriosos
labios,
su lava cósmica lila con
estrellas doradas.
A la vuelta del metro
Viaducto,
a la puerta del bar
Brujas
amparaba mi hogar
de lirios y flores
esqueleto,
tus trajes desgarrados,
no existimos más en
aquel departamento…
¡Hasta luego, Viaducto!
¿Cuál es la coordenada
por la que te encontraré
de mi trébol de sangre
que llora tan divino
sobre una corona de
espinas,
amado alivio mío?
¿Viaducto nos recuerda?
¿En que río te pido
piedad?
¿Por qué no soy dueña
de
los recuerdos de tu
porvenir?
Déjame aquí en Viaducto
con mi vestido rojo y
su sol
que me quema en piedra,
¡desearía besarte por
última vez!
Para S.
Comentarios
Publicar un comentario