La cajita musical y el poema

 

Había una vez y no había una vez una joven bruja que se deleitaba con una caja musical cómo una pequeña niña. Tal reliquia era un obsequio de su confidente, nuevo mejor amigo y persona favorita, un caballero.

Hace más de cuatro años que la bruja no recordaba la sensación de querer tanto a alguien y en cierto modo la belleza y paz de ese sentimiento le desconcertaba, era extraño.

Aún conservaba los últimos versos de su poeta, su gran amigo; la última persona que la conocía transformada en un cuervo. ¿Qué pensaría el caballero si la viera con aquellas alas de obsidiana? ¿Pensaría que era una despreciable ave de mal agüero?  ¿Se marcharía o … se quedaría como por acto de un milagro?

La bruja sabía de sobra los rumores sobre los cuervos: si eran mensajeros de muerte o destrucción, si eran productos de locura, si eran unos mala agradecidos y traidores que picaban los ojos. Sabía que no eran bien recibidos por cualquier persona, y su poeta no era cualquier persona, siempre la apreció por quien era, con su oscura y según él, mágica naturaleza, le instaba a volar más alto y más lejos, pero algo de ella también se murió con él.  Ni siquiera el caballero, en el tiempo que llevaba conociéndolo se percataba que era una persona buena, que no juzgaba ni se espantaba por nada, el problema quizá, estaba dentro de ella, cómo si una voz la condenara y no la dejara volar. Se sentía culpable por no ser más auténtica con el caballero.  No quería arruinarlo.

Después de la muerte de su poeta no encontraba ni un alma que en verdad le hiciera sentir, cualquier persona le parecía un simple capricho, obsesión, simples banalidades. Hasta que llegó el caballero una noche; estaba perdido y herido, tenía las ropas de un rey, sin embargo, él no recordaba haberlo sido, o tal vez a propósito quería olvidar su vieja vida, deseaba empezar de nuevo, desde un caballero humilde, valiente y noble.

La bruja de los cuervos le curó sus heridas y le ofreció hospedaje. Se volvieron tan cercanos que la bruja se volvió cada día más cálida, compartiendo poco a poco sus secretos, menos el más grande por qué como hemos dicho no sabía, algo se lo impedía. A veces le dedicaba poemas y pinturas, tenía miedo de abrumarlo o que se hartara de ella, le costaba confiar en las personas, pues siempre fue juzgada por su magia, llego a experimentar más de una vez el abandono y la traición, pero el caballero siempre reaccionaba de manera tranquila y amable. Algo demasiado extraño para la bruja.

El caballero le demostraba siempre que podía volver a ser vulnerable y sensible.

Así continuaban los días, hasta que el caballero le notificó sus intenciones de cumplir una misión y por lo tanto tendría que irse por unas semanas. Antes de marcharse le obsequió aquella cajita musical y dentro existía una promesa: el caballero volvería después de cada misión y se quedaría en la vida de ella.

La bruja, quien amaba la soledad, y le encantaba alejar a las personas, se sintió triste, temía que el caballero se fuera, pero se esforzaba y quería creer en su promesa.

Cada noche desde la partida del caballero, ella abría la cajita musical para consolarse. ¿Qué le pasaba? No lo comprendía con exactitud.

Le asaltaban las dudas, ¿habría sido tarde para demostrarle al caballero cuánto cariño le guardaba? ¿Para agradecerle cómo la había hecho enamorarse de la vida cuando lo único que quería era la muerte para reencontrarse con su poeta? ¿Para enseñarle quien era ella?

¿Para presentarle el cuervo dentro de ella?

Sus dos reliquias más preciadas eran el poema y la cajita musical, el miedo le consumía ¿Y si perdía esa cajita musical también perdería al caballero?

La despertaban las pesadillas dónde perdía aquella cajita, las voces en su cabeza no le dejaba de repetir que en efecto todo estaba perdido, diciéndole que el caballero no volvería por qué quizá algo malo le había pasado o quizá, por otro lado, la había ya olvidado. Esas voces empezaron a enfermarla.

Un día cuando no encontró la cajita musical, su corazón se rompió por la poca esperanza que le quedaba de volver a ver al caballero con vida y murió.

O eso parecía.

Sus sirvientes la encontraron y prepararon el funeral.

Los pedazos rotos de su corazón seguían latiendo pero nadie los podía escuchar. Sabía que todos en el castillo la creían muerta, escucho algunos sollozos y el crepitar del fuego. Se percató del espació frío de un ataúd de mármol, pero no podía gritar ni moverse. Asistía a su propio funeral.

Sentía como la desplazaban a otro lugar, seguro al pequeño panteón familiar. Sintió como descendía hacia la tierra… ¿Qué peor muerte que esa?

 

Ahora sí moriría, sin su cajita musical y sin volver a ver al caballero. Sin mostrarle quién era por qué algo peor que el rechazo del caballero era no ser real con él. Sintió una lágrima escurrirse por su tiesa mejilla. ¿Sintió?

De pronto fue consciente de que de alguna manera la tierra se hundía, como si se fuera el trotar de un caballo.

El caballero regresó, con la noticia de la muerte de la bruja, desconsolado corrió a su tumba para comprobarlo por sí mismo, y así entregarle sus lágrimas y unas rosas plateadas. Expresó su melancólico sentir y la bruja quiso gritar, renacer de aquella muerte.

Se esforzó por sentir algo más y fue consciente de que en sus manos había un papel, deseaba con todas sus fuerzas  que fuera el poema de su mejor amigo y cuando creyó mover un dedo, parecía que viajó hacía un lugar extraño, ¿de su cabeza o realmente si estaba pasando?

Vio a su poeta.

-          ¿Qué haces aquí cuervito?- preguntó desconcertado el poeta.

-          No lo sé, estaba en un ataúd viva, no sé que lugar es este.

-          No deberías estar aquí aún no es tu tiempo.

-          ¿Por fin estoy en la vida después de la muerte? – preguntó con cierta fascinación la bruja.

-          Sí así es- dijo preocupado su poeta.

-          No sé qué pasó, pero ahora que te vi quiero estar aquí…

-          No de esta manera, por qué lo que te esta paralizando y matando son tus miedos, he visto que llegó un caballero a tu vida y que no te has transformado en cuervo desde que morí, ¿por qué?

-          ¿ Y si el caballero se aleja?

-          ¿Y si te quedas aquí porque tus miedos te enterraron y no le enseñaste lo mágica que eres? No olvides eso por favor, tu magia, cualquier persona estaría feliz de conocerla, y él se nota que no juzga, deberías abrirle un poquito más tu corazón como ya lo has hecho… No hay nada peor que quedarte con lo que sientes y eres…  Yo sé que es difícil abrirse a las personas buenas, me paso contigo, y no quiero que te pase a ti también.

-          ¿Por qué conmigo? pensé que siempre eras así de sensible y vulnerable- contestó confundida la bruja.

-          ¿Quieres que el caballero se pregunte lo mismo? No dejes que tus miedos te entierren, mejor deja de pensar que las catástrofes van a suceder, y relájate en esos momentos de paz, no todas las personas, no todos los días te lo ofrecen. Olvida el miedo un rato y te aseguro que vas a vivir más plena…

-          Siempre tan sabio no me sorprende…

El poeta se río por unos segundos…

-          Regresa Cuervo, regresa y se tú…. Siempre siempre sé vulnerable, se tú, no tengas miedo a la reacción de la persona de a lado, exprésate y nunca aparentes ser alguien que no eres por la comodidad de otra persona. Arriesga y no esperes nada a cambio más que tu propia gratitud de abrirte al mundo. Si el caballero , en verdad lo quiere cómo lo ha  demostrado, cumplirá su promesa.

Y lo último que la bruja sintió fue el abrazo de su amigo.

Solo se puede tener una explicación sobrenatural de lo que ocurrió después o no. Pero la bruja utilizó su magia y pudo deshacerse de sus miedos, la tumba quedó hecha pedazos, y de ella  salió un cuervo, la mismísima bruja.

El caballero vio todo un poco exaltado pero en realidad nada le parecía demasiado terrible, el cuervo le pareció hermoso y se sorprendió que después era la misma bruja, que le sonreía desde ese punto.

No se necesitaron palabras, solo sonrisas y la presencia de la cajita musical en las manos del caballero; la bruja tuvo la certeza de que el caballero no la rechazaría y en su abrazo se fueron los miedos.



SemblanzaKrizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas , Poetómanos, Prosa Nostra mx, revista enpoli, Teresa MAGAZINE, revista literaria pluma, pretextos literarios,  revista hispanoamericana de literatura, revista literaria monolito, Más literatura, clan Kutral, vertedero cultural, circulo literario de mujeres, perro negro de la calle, el morador del umbral,  La página escrita, La liebre de fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras.  Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas en el Centro Universitario de Integración Humanística.

 

 

 

 

 


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