Compañeros de la soledad
Compañeros de la soledad
La lectura considerada
un acto solitario es, a mí parecer, un ejercicio para amar tu propia compañía,
pero también creo que es un acto de supervivencia para el alma.
Desnudándome un poco con
el lector tengo pocos amigos, y existen días en los que quiero desaparecer de
ellos, irónicamente me ha sucedido en épocas del 14 de febrero.
Quizá se trataba del
“depredador de la psique” o Barba Azul, término mencionado por la psicoanalista
junguiana Clarissa Pinkola Estés en su libro Mujeres que corren con los lobos. Ella se refiere a esa parte de ti
donde yacen inseguridades, fantasmas e incluso el autosabotaje. Ese terrible
depredador me decía que mis amigos estaban mejor sin mí; pues había cometido un
error con mi mejor amiga, no dejaba de taladrar la mente de mi mejor amigo con
preguntas del estilo: “¿Aún quieres que esté cerca?” “¿No te irás?”
Incapaz de quitarme las
espinas de mi garganta; a pesar de estar en un proceso de sanación: asistiendo
con una terapeuta para cicatrizar esas historias cuyo fuego se propagaba mi
presente, tomando antidepresivos, dejándolos de repente, tener una red de apoyo
en una fundación en la que asisto para salud mental y prevención del suicidio,
leyendo libros de Autoayuda y creando hábitos más saludables, parecía que todo
se me estaba saliendo otra vez de las manos. No estaba reflejando del todo la
mejora de mi salud mental. ¿qué más podía hacer para que fuera suficiente?
Mostrarme vulnerable me
parece que es una faceta que no debo permitirme. Por un lado, por que pienso
uno no debe utilizar por completo el amor que otros te profesan como un
basurero emocional. Aunque en el fondo pienso que mostrarse vulnerable es ser
autentico, fuerte de alguna forma y no debería importarme cómo lo toman los
demás; hay ocasiones en las que uno debe presentarse solo en su propia batalla,
nadie más la librara por ti. Digo esto más para mí que para el lector, cuya
refutación desearía oír.
No todos están
preparados para ver a tus cuervos heridos del alma, a tus cicatrices.
Hay otras personas que
sí, pero, ¿hasta dónde es prudente mostrar tus sombras?
Para mí era mejor
desaparecer, por qué ya lo cantaba mi artista favorita: todos los cielos que
toco se enferman de tristeza.
La ansiedad te miente
mucho y un consejo vital contra ella es no creer todo lo que tú mismo piensas.
La ansiedad te lleva a escribirte finales catastróficos, te aparta, te aísla.
Hablarle a tu cerebro es lo que ayuda, decirle “ya no estás en peligro”, “si
pasa eso que te atormenta mejor guarda fuerzas para enfrentarlo después”. Pero
esto es un trabajo de todos los días y cuando has desarrollado un
autodestructivo patrón de pensamientos durante años, donde eres consciente de
que tú eres el problema, y tu anti-héroe toma todo el control de ti, el trabajo
es doble, requiere de mucha paciencia y compasión para uno mismo sobre todo
cuando hay recaídas.
Yo estaba sanando pero las situaciones se estaban presentando para
abrirme la herida de abandono tan fuerte que tengo y debía forzarme a
mantenerme cuerda, sana. No quería que mis amigos pensaran que ellos eran la
causa de mis lágrimas porque era totalmente lo contrario pero yo no estaba
dando el mensaje de manera correcta y clara.
Esto sumado a que en
mis clases de inglés se repetía de nuevo una situación que ha condenado mi vida
estudiantil: apartarme de mis compañeros por fuertes diferencias.
En la preparatoria fui
la chica sentada en una esquina leyendo libros, en la universidad tampoco fue
la excepción.
Leyendo…
Libros…
Los libros siempre han
sido mi gran amor, el bote en medio del mar que me salvaguarda, que me mantiene
a flote. Los libros son compañeros de la soledad, quienes me ofrecen otra
realidad como techo contra la lluvia de mi propia vida, me dan un consejo o un
espejo donde llorar, por que mirarme reflejada en el conflicto de algún
personaje me hace sentir menos incomprendida, me funciona como traductor de mí
misma.
Entonces, puedo
encontrar un consejo para pedirle perdón a mi mejor amiga; decirle a mi mejor
amigo que no quiero que mi pasado queme mi presente con él únicamente por
abrirle mis cicatrices, lloro por todo y por nada, que puedo ver toda su
humanidad y mi ansiedad va más en el hecho de perder un tesoro como él con sus
sombras y maravillas.
Incluso aquel compañero
de inglés, es una nueva oportunidad para sanar a mi niña interior de esas
terribles experiencias escolares. Me permite ser la adulta que necesitaba.
Esas voces callan a mi
depredador, las voces de los personajes de los libros.
Los libros me permiten
ser una chica parisina del siglo XIX que
recibe una bala por un revolucionario, sin necesidad de palabras que expresen
lo que carga su corazón.
La soledad de un mago
inglés que encuentra una familia en el lugar más apartado a su sangre.
La chica que se
convierte en un sinsajo para su revolución, fuerte e independiente y sin
embargo, es capaz de mostrarse débil frente a quién ama. Con el espíritu tan
valiente para reponerse de sus tristezas, acompañada sin miedo. Tanto así que
quiero meterme en su piel cuando tengo que estar en clases de inglés.
Leer algunos cuentos de
terror que me erizan la piel al pensar en mis amigos, entender las raíces de
mis pesadillas. Cuentos que me explican que convertir a mis amigos en recuerdos
es mi miedo.
Son estas historias las
que cobijan mi historia, me cobijan a mí, y convierto mi piel en las suyas.
Escapando encuentro compañeros en mi soledad, personajes que me dan respiración
de boca a boca. Me muestran el camino para volver despertar con una piel más
gruesa. Así que a lo mejor no tienes que estar completamente solo en tu batalla
contra tu propia cabeza, porque los libros siempre tendrán las palabras para
sanarte.
Semblanza: Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en
1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas , Poetómanos, Prosa Nostra mx, revista
enpoli, Teresa
MAGAZINE, revista literaria pluma, pretextos literarios, revista hispanoamericana de literatura,
revista literaria monolito, Más literatura, clan Kutral, vertedero cultural,
circulo literario de mujeres, perro negro de la calle, el morador del
umbral, La página escrita, La liebre de
fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras. Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas
en el Centro
Universitario de Integración Humanística.
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