SAMUEL

 

Recuerdo tus pies descalzos en mi cocina,

tras el frío de la lluvia,

traje color hueso,

tus suaves labios acariciándome mi frente y senos,

me hiciste tuya.

 

Pronunciabas tu placer

al estar dentro de mí,

extrañabas tu nombre

implorado por mis orgasmos,

otro julio de cenizas,

sol tirano de verano

calcinándome cada 15 de julio,

tú y el poeta se marchitaron un 15 de julio.

 

Te vas sin soltar mi rostro de tus manos,

gritabas mi nombre desesperado,

para no contestar último poema mío,

mas son invisibles tus pétalos.

 

Vuelo sobre campos grisáceos,

buscándote entre lagos y árboles,

tu sol plateado a veces

y en otras tus sombras terribles,

y reconozco cada tono de tus atardeceres

y los vuelvo a desconocer,

sin saber cuál podría ahogarme y matar.

 

¡Ay Samuel, mi Samuel!

No eres Pablo con su cruel piel de narciso.

No eres nuestro amigo Cristian, mi amor de secundaria.

No eres Alejandro con sus laberintos de llamaradas sin salida.

No eres Omar, Osvaldo, Joaquín o Ricardo.

Ni siquiera eres José Luis, el corazón de mi poesía.

Eres Samuel, mas ya no eres mi Samuel,

eres Samuel y por eso esta herida se come al mar salvaje.

 

¿Por qué no me dejas ir?

¿Por qué no te dejo ir?

¿Por qué no nos dejamos ir cuando

nos estamos marchando?

¿Nos estamos marchando,

nos vamos a marchar?

¿Te irás?

 

Sabes que viajaría por la estación

del metro más lejana

para perecer cinco minutos

en la tumba sagrada de tu pecho,

a un bebé sigo llorándole

sobre un cementerio en la luna.

 

Contra este huracán de poemas tristes

que presagian un final,

aún prometes leer mis versos,

¿otra vez debo entregarte mis votos?

 

El cuervo no posa sobre Palas ni Odín,

llora tu nombre a un colibrí,

cada noche cuando recuerdo que alguna vez viví.

 

Dile a estos romanos, jueces y falsos santos

que me hablaste la lengua de los lirios,

cuéntales de la lluvia de medianoche

donde quemaste traducciones y diccionarios,

y a cambio me ofreciste obsidiana y oro a mis alas.

 

Diles que no fuiste mi amante,

sino mi amigo,

diles que mi sangre se derrama

saciando la tierra del noveno infierno

al verte

crucificado entre Brutos y Escariote.

 

Recuerdo arañar la palma de tu mano,

recuerdo tus yemas en mi espalda,

recuerdo a nuestros niños heridos,

brotando por segundos en nosotros,

como inconfesables secretos.

 

Me recuerdo besándote el rostro de nieve,

te recuerdo quitándome los tacones negros,

¿no me dejarás ir?

¡No me dejes ir!

¿Verás cuánto te ama esta Mujer Cuervo?

 

Samuel,

somos amigos,

con ropajes de amantes,

quemando lirios en lechos de fuego lavanda,

como enemigos rompemos nuestros tratados,

disfrazados de enamorados que no quieren dejarse ir,

mas somos amigos

¿por qué no nos dejamos ir?

 

¡Que ridícula!

Exclamaran ellos,

¡Que tontería esta!

Morir de amor a los 27 años.

 

 

SemblanzaKrizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas , Poetómanos, Prosa Nostra mx, revista enpoli, Teresa MAGAZINE, revista literaria pluma, pretextos literarios,  revista hispanoamericana de literatura, revista literaria monolito, Más literatura, clan Kutral, vertedero cultural, circulo literario de mujeres, perro negro de la calle, el morador del umbral,  La página escrita, La liebre de fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras.  Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas en el Centro Universitario de Integración Humanística.

 

 

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