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Sourire bleu

 (para V) ¿Cuál es tu color favorito en el mar, en el cielo, en una mirada perdida? Disculpa — por no habértelo preguntado, por darte mis colores sin pedir los tuyos, por pintarte con mi favorito. Permíteme una última falta: intentar robarte tu sourire bleu. ¿Me recuerdas buscando consuelo entre pétalos bicolores del más triste de los septiembres? ¿Temblando como oleaje herido? Recuerdo que me estabas mirando... ¿Azules, como tu alma indescifrable? ¿O negros, como el hueco que deja un abandono sin aviso? Hablaste de muerte, de perros que parten y arrancan el corazón. Yo solo pienso en el silencio de tu sonrisa, en cómo te detienes ante la ajena risa, y alumbras mi vida... Como el rebelde que interrumpe la noche con un chasquido, y huye cabalgando para atrapar los juegos de una distraída. Te vi entre la penumbra, entre la maleza del bosque, entre lobos negros, entre brasas del incendio, entre cuerpos fríos. Me escapé las tardes de esa prisión, y allí, tu sonrisa fue mi brújula azul:...

Vin bleu

Benditos los ojos azules de aquella ola que me ahogaron hacia nuestra primera hora. Esa nueva oportunidad la atraparé, antes de que la marea regrese a ser tu gigante azul. Te empuja hacia mí, te lleva hasta mi puerto, como un angel de la noche que no quiero volver a perder. Es nuestra primera hora, es tu hogar, al que no sé si alguna vez volveré a ser invitada. No sé si volveré a beber vino azul recostada en tu hombro, o si la rosa azul volverá a esconderse en tu sonrisa, brillando con sus pétalos acariciándome el corazón, como la caricia salada del mar a la mejilla del viento. Me encantaría volver a escuchar tu voz, mi música favorita que me dejas tocar sin muecas de fastidio. Jugar a las cartas, sentarme en tu sillón naranja y beber vino azul contigo Mientras brillan las estrellas De tu mar de medianoche  Que solo los tristes desquiciados podemos mirar. Te prometo tocar el timbre esta vez. Te prometo solo te miraré. Te prometo contarte, esta vez, solo mis secretos, para chocar...

El que ve el azul

Hijo de la noche, el único con el poder de contemplar la sombra luminosa de la luna, su luz artificial y robada. El único con el derecho de mirar la sombra brillante de mi poesía, la luz de mis versos que ahora tocan el mundo. Él es el único con el poder de ver El azul que la noche calla  en el silencio de mis palabras. Autora: Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas , Poetómanos, Prosa Nostra mx, revista enpoli, Teresa MAGAZINE, revista literaria pluma, pretextos literarios, revista hispanoamericana de literatura, revista literaria monolito, Más literatura, clan Kutral, vertedero cultural, circulo literario de mujeres, perro negro de la calle, el morador del umbral, La página escrita, La liebre de fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras. Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas en el Centro Universitario de Integración Humanística.

Herida

 Es la herida hermana La herida abierta Mis ojos son tu espejo , Mi piel , tu piel , Nuestro color Nuestra historia. Mira mi tierra  Y siembra tus semillas Tus lagrimas Tu sangre Verás crecer un árbol De noches tristes, Donde los conquistadores siempre se lamentan Y nosotros los vencidos hemos de cantar nuestra victoria. Somos el maíz Las bestias de agua, Las ciudades enterradas Bajo otros imperios Cubiertas de selva Nuestro angel de historia Voltea desesperado A cambiar el final  Mas nuestras manos ajora estan unidas Cubriendo la herida Autora: Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas , Poetómanos, Prosa Nostra mx, revista enpoli, Teresa MAGAZINE, revista literaria pluma, pretextos literarios, revista hispanoamericana de literatura, revista literaria monolito, Más literatura, clan Kutral, vertedero cultural, circulo literario de mujeres, perro negro de la calle, el mor...

Colibrí zurdo

De semblante melancólico, aleteo frágil, alma severa que abriga. El pequeño colibrí zurdo vuela en espirales dorados contra la tormenta del cuervo. Su amigo. En su ala izquierda guarda la memoria de un jardín de versos torturados, que ya no existe. Cada noche, cuando al cuervo le disparan los recuerdos , viejas espinas desde el jardín, cantando su "Nunca más". El colibrí, mensajero de luz, cruza el horizonte sin juicio, con la promesa de una aurora que el cuervo ya no puede mirar. Aguarda, tembloroso y firme. Su abrazo: un cálido claroscuro entre ambos. No canta, pero su silencio corta el papel como poesía ancestral de un imperio olvidado. Y me asombra su grandeza. Su temple. Su vuelo contra la sombra. Su victoria. Autora: Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas , Poetómanos, Prosa Nostra mx, revista enpoli, Teresa MAGAZINE, revista literaria pluma, pretextos literarios, rev...

Los niños perdidos

Era el primer respiro del cielo. De su aliento, soy bruma de memoria: incorpórea, suspendida, herida. Para mis amigos… desaparecida, sobre alguna costa de esa estrella de Nunca Jamás donde los cuervos caen muertos. La costa escarlata envenena la espuma. Los tréboles azules y blancos, manchados de granate, son epitafio y cripta de una muerte que no importó, una traición de guerra. Artesana de versos deshilachados, muere, pequeña hada, entre cenizas de fantasías rotas y veneno de serpientes enroscadas en lirios. Pero entonces, los niños con sus risas despabilan a las aves de la muerte. Sus alas tiemblan... la luz del hada titila. La luz de mi corazón. Me miran y me sostienen entre sus palmas, suaves como mariposas de agua. Es aquel niño de ojos de cuervo quien toca su guitarra, y entre agua, música y poesía me consuelan. El secreto que ni al viento confié, ni al amigo ciego que todo me perdona, lo susurré temblando a los niños de manos abiertas. Les confieso el secreto imperdonable. Y aú...

Crepúsculo eterno

Antes de soltar el peso de su vida sobre sí misma, en infinitas oscuridades, como serpientes que se muerden la cola, ahí, en su último minuto, jamás brilla la luna sin que ella sueñe con un pequeño cuervo. Sepultada en la llaga infecta, sin poder distinguir veneno o un crepúsculo eterno en los ojos del pequeño cuervo, a un lado de los riachuelos escarlata, trazados en arena, que buscaban desesperados curarse con la sal del mar. Mas nacía la escarlata de la grieta de mis muñecas. Fue mi primer sueño. Sus ojos eran el espejo del cielo, o el cielo. Tal vez la semilla perdida del mar de octubre sí me alcanzó, hijo de mi poesía o de la pólvora de mi pecho, de esa vida que lleva mi nombre pero no mis recuerdos. Tal vez el pequeño cuervo nace de ahí, y no de mi raíz. El pequeño cuervo estaba aquí; lo recordé de algún viejo sueño. Escribía canciones, él. Y yo escribía poemas. Mientras sus lágrimas cuelgan de cuerdas de guitarras, las mías borran cualquier sentimiento difuso e ilegible del pape...